En general, se entiende que la actitud es una idea provista de una carga emocional que predispone a una clase de acciones ante un determinado tipo de situaciones sociales. Esta definición tiene tres componentes: la idea (componente cognitivo), la emoción que se asocia (componente afectivo) y la predisposición a la acción (componente conductual).
Así mismo, se tiene que tener en cuenta la existencia de actitudes positivas que conducen a conductas y sentimientos de satisfacción, placer y alegría. Y las actitudes negativas que pueden dar lugar a una vida problemática. Las actitudes se pueden entender como estrategias para transitar por la vida. Las actitudes se inscriben en la cultura, se entiende como una forma peculiar de evaluar, percibir y actuar. La organización de creencias que las conforman predispone a maneras de comportamiento definidos pero con respuestas no siempre idóneas desde una perspectiva racional.
En general, las actitudes ayudan a entender el mundo que nos rodea. Ayudan a funcionar ante los problemas que nos causaría tener que crear patrones de interacción nuevos cada vez que nos encontramos con los otros. Mediante estos estereotipos y predisposiciones de respuesta se puede actuar más rápidamente. Pero en la medida que los estereotipos sean inadecuados o que las actitudes estén injustificadas se actúa de forma inapropiada.
En cuanto a la formación de las actitudes, hay que tener muy en cuenta los valores sociales y culturales de cada sociedad.
En general, se entiende que las actitudes son aprendidas gradualmente con la experiencia y que contribuyen diferentes factores: familiares, psicológicos y educativos; pero también el contacto directo y los mensajes que se reciben de la comunicación social.
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